Caracas es una ciudad que se distingue por su deliciosa gastronomía. Siendo (antes) un hub de negocios para latinoamérica, la variedad de delicias culinarias que se puede conseguir es sorprendente. Comida china, italiana, árabe, cantonesa, vietnamita, peruana, japonesa, tex-mex, española, venezolana... desde la más sencilla hasta la más estrambótica, fusiones y recreaciones: en Caracas se come muy bien. Hay excelentes restaurantes que tienen precios desde el más solidario hasta el más digno de la realeza francesa renacentista. Pero lamentablemente, aparte de salir a un restaurante a comer (cosa que gracias a la eterna crisis, cada día se vuelve más difícil), no hay muchas opciones para divertirse. Son tres, básicamente: ir a una discoteca, reunirse en casa de alguien, o ir al cine. Yo dejé mi época discotequera en la universidad: creo que quemé mi fiebre de hacer cola en la puerta de un local hace años. Lo de reunirse en casa de alguien lo hicimos tanto que eventualmente y por el bien de nuestros hígados, comenzamos a intercalar noches de juegos con las noches de ron, llegando incluso a desarrollar juegos propios, como Calimocho Reloaded y Torta en la Cara.
Es evidente, por lo tanto, que también íbamos mucho al cine. Íbamos tanto que a veces simplemente ya habíamos visto todas las películas en cartelera y teníamos que esperar hasta que estrenaran algo. Adicionalmente, tanto a mi como a mi esposo nos encanta ir al cine. Todo el tema de escoger la película, la combinación de cotufas con refresco y chocolate, salir corriendo al baño en mitad de la película en un punto cuidadosamente escogido para no perderse nada, y preguntar luego bajito "¿qué pasó?", simplemente nos apasiona. Afortunadamente, en Caracas los cines son excelentes. Tenemos dos empresas que se apoderaron de todas las salas de cine del país (quien dijo que los oligopolios son malos), y las unificaron bajo estándares similares, lo cual dio como resultado que todas las salas son bastante parecidas, y en general, bastante buenas.
En Venezuela las películas, históricamente, han sido proyectadas en su idioma original, con excepción de las películas para niños. Como debe ser, en verdad, porque no es lo mismo Lucas Caminacielos que Luke Skywalker. La calidad de audio suele ser excelente, lo que no se puede decir de la calidad de video, ya que para ahorrar en costos de proyección, esperan a que la película ruede por varios países y luego agarran los rollos ya julepeados y los proyectan, dando como resultado que la imagen se vea rayada y un poco borrosa.
Cuando decidimos mudarnos a Europa, una vocecita interior nos decía que probablemente el cine iba a ser una de las cosas que tendríamos que sacrificar. Ya nos habían advertido del tema. Además investigamos, sin obtener resultados alentadores. Efectivamente, en Roma no hay muchas salas de cine, las que hay son francamente pequeñas (a olvidarse de una pantallota), y todas las películas son traducidas al italiano. Además, las chucherías que venden son caras a nivel de aeropuerto internacional, y son pichirrísimos con las cotufas (aunque tengo que reconocer que por alguna razón, las cotufas son gordas y rechonchas). No solo eso: la primera vez que fuimos al cine en Roma, a la mitad de la película inexplicablemente prendieron las luces y detuvieron el video, lo que pareció sorprender a todo el mundo al igual que a nosotros. Un minuto después entro un chico vendiendo heladitos y papitas, y a los cinco minutos, reanudaron la proyección sin más comentarios. Resulta que aquí hacen "intermezzo", aunque solo sirve para comprar papitas carísimas al mesonero, ya que no da chance ni de ir al baño ni de fumar. En uno de los intermezzos, habiendo detenido la película en un momento importantísimo, alguien gritó: "Welcome to Italy!!!", y todo el mundo se rió.
No es que no las entienda, porque sí las entiendo. (Lo curioso del italiano es que aunque entiendo todo, soy incapaz de hablarlo. Pero eso es otro post.) Es que las odio. He ido varias veces al cine, y francamente, no es lo mismo. Una de las películas que vi fue Twilight. Vamos: es muy difícil odiar a Bella con la intensidad que se merece cuando habla como una persona normal, y no como la semi-autista de las películas anteriores. Y hay ciertos casos en los que simplemente, ni vale la pena. (Cualquier película de Woody Allen, por ejemplo). Hay algunos cines que algunas veces proyectan en idioma original, pero por lo general son temas bohemios o films franceses o rusos que a quien le importan. Conozco una página web donde veo cuales son los cines indicados, pero rara vez ponen algo medianamente interesante. Son dos o tres películas semanales, si acaso.
Sin embargo, esta vez los dioses del cine italiano decidieron hacer una excepción y por un día, proyectaron Los Avengers en inglés. Eso sí: el cine quedaba a dos horas de la casa, y tuvimos que ir a función de cinco para llegar a tiempo y poder regresar a una hora razonable. Esta misma película fue estrenada con bombos y platillos en la Piazza República, evento al que tuve el placer de ir. Siempre había querido ir al estreno de una película, y ver a las estrellas titilar debajo de los flashes, pero eso (que yo sepa) nunca se ha hecho en mi ciudad. Esta vez pude ir a darme codazos con un montón de italianas y españolas igual de locas que yo, que casi nos sacamos la cabeza unas a las otras tratando de tomarle una foto a Thor, mientras los caballeros observaban sobriamente la escena desde atrás. Fue divertidísimo, y aunque parece tomada por un sniper desde otro edificio, estoy orgullosísima de mi foto. Incluso tuve un "incidente" con el guardaespaldas de Scarlett Johansson. Finalmente, puedo tachar eso de mi bucket list.
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