Yo no se si son los agobiantes tiempos que sobrevivimos. O las elecciones. O el calentamiento global, o qué diablos. El hecho es que últimamente, he recibido una cantidad impresionante de justificaciones por parte de todos mis allegados. Las conversaciones siempre van más o menos de la siguiente manera: “mira y cuando es que te vas?” “bueno, a mediados del año que viene, no estoy segura”. Hace unos meses, esto era respondido con una mirada inquieta, que yo interpretaba de una de tres maneras, dependiendo de la persona: lúgubres presagios de tragedias en altamar, que me iba a extrañar mucho, o “ustedes si son excéntricos”.
Últimamente, la mirada inquieta se ha convertido en una mirada más bien asustadiza y esquiva, seguida por un montón de alegatos de índole personal. De pronto, recibo todo tipo de razones por las cuales los demás no están haciendo lo mismo que yo. No soy el tipo que trata de convencer a todo el mundo de que me sigan; de hecho, mi poder de convocatoria es más bien pobre. Reconozco que a algunos los martirizo con el tema de la emigración: a mi mamá, papá y hermana los tengo a monte, igual que a mis suegros. A un par de amigos cercanos también. De resto, no soy muy amiga ni de dar explicaciones ni de pedirlas. ¡El hecho es que me las dan!
Yo pienso que, por lo general, cuando una persona se está justificando (cuando nadie se lo pide), es porque se siente vulnerada. Necesita explicar que sus decisiones no están erradas, y que hacen las cosas de otra forma porque tienen razones muy válidas para eso. Yo mientras tanto escucho con atención, asintiendo. Como cuando uno va en un avión, y de pronto, sin que se lo pidamos, el piloto empieza a dar todo tipo de explicaciones: "Estimados pasajeros, estaremos volando a tal y cual altitud, giraremos en 28 grados para acá y luego daremos una vueltita más allá, y luego aterrizaremos con mucho cuidado a tal velocidad", y uno está atrás, comiendo maní y tomando una latica mínima de Coca Cola Light con UN solo hielo, un audífono colgando de una oreja, y pensando, como Seinfeld: “ok, tú haz lo que tengas que hacer, yo voy a seguir aquí atrás, con mis manicitos y mi vasito de refresco”.
Últimamente, la mirada inquieta se ha convertido en una mirada más bien asustadiza y esquiva, seguida por un montón de alegatos de índole personal. De pronto, recibo todo tipo de razones por las cuales los demás no están haciendo lo mismo que yo. No soy el tipo que trata de convencer a todo el mundo de que me sigan; de hecho, mi poder de convocatoria es más bien pobre. Reconozco que a algunos los martirizo con el tema de la emigración: a mi mamá, papá y hermana los tengo a monte, igual que a mis suegros. A un par de amigos cercanos también. De resto, no soy muy amiga ni de dar explicaciones ni de pedirlas. ¡El hecho es que me las dan!
Yo pienso que, por lo general, cuando una persona se está justificando (cuando nadie se lo pide), es porque se siente vulnerada. Necesita explicar que sus decisiones no están erradas, y que hacen las cosas de otra forma porque tienen razones muy válidas para eso. Yo mientras tanto escucho con atención, asintiendo. Como cuando uno va en un avión, y de pronto, sin que se lo pidamos, el piloto empieza a dar todo tipo de explicaciones: "Estimados pasajeros, estaremos volando a tal y cual altitud, giraremos en 28 grados para acá y luego daremos una vueltita más allá, y luego aterrizaremos con mucho cuidado a tal velocidad", y uno está atrás, comiendo maní y tomando una latica mínima de Coca Cola Light con UN solo hielo, un audífono colgando de una oreja, y pensando, como Seinfeld: “ok, tú haz lo que tengas que hacer, yo voy a seguir aquí atrás, con mis manicitos y mi vasito de refresco”.
Una parte inevitable de la conversación es la enumeración de los testimonios de la gente que le fue pésimo: Fulanito le está yendo malísimo, Sutanito se tuvo que regresar, Menganito se quedó sin un medio. Las historias de éxito nunca son mencionadas en estas ocasiones. Finalmente, empieza un largo interrogatorio con respecto a mi lugar de destino, que por lo general es hecho con la nariz arrugada y cara de asco. “¿Y, a dónde te quieres ir?” “a Madrid” “¿en serio? ¿y por qué no a Barcelona? ¿o a Sevilla? Me dicen que Nápoles es muy bonito! ¿En Australia no están buscando ingenieros?” A la pregunta de qué tienen contra Madrid, me contestan que con los ojos redondos y semi-vacunos que nada, pero que por qué no me voy a Londres. Estoy segura de que si dijera Miami o Sidney me contestaran que por qué no Madrid.
o.O
Hace poco, en el medio de la aparentemente inevitable conversación emigratoria, una chica que acabábamos de conocer nos dijo, con certeza absoluta: “Madrid es HORRIBLE para vivir”. Mi esposo le preguntó con una dulzura directamente proporcional a la mala intención: “¿En serio? ¿Y cuánto tiempo viviste allá?”. La chica tartamudeó: “bueno, yo nunca he vivido allá, pero un amigo mío que vivió allá dos meses me dijo que es igualita a Caracas...” “Oye, a mi en verdad no se me parece en nada… Pero tú has ido, ¿no?” “Bueno... no... nunca he ido a Europa”. En ese momento, tanto él como yo le dimos click en el botón “Ignorar” y seguimos conversando entre nosotros.
Mi interpretación particular del fenómeno es que poco a poco, la incertidumbre fatalista en la que vivimos se ha ido transformando en una terrible certeza. No sabemos nada de nada, pero estamos seguros de que lo que viene no es bueno.
Vivimos sumergidos en una terrible incertidumbre. No podemos contar con tener nuestro trabajo o nuestra empresa funcionando a 100% de operatividad el mes que viene. Si vamos a poder viajar el próximo año, si comprar o no comprar dólares, si habrá leche y carne en el supermercado. Si la cola me dejará llegar a mi destino, si me entregarán el carro que estoy esperando desde hace 15 meses. No sabemos si nuestros hijos recibirán la educación que queremos darles o la que el gobierno decida, o si mi casa seguirá siendo mía para siempre, o si la empresa en la que trabajamos o que poseemos será expropiada por el gobierno o tomada por el sindicato. No sabemos si tener bolívares, divisas, deudas o bienes. Los bolívares se evaporan con la inflación, la volatilidad de las divisas han hecho perder dinero a más de uno, las tasas de interés son preferencialmente altas pero solo a la hora de cobrarnos, y los bienes nos los roban o decomisan con la facilidad con la que se le quita un juguete a un niñito bobo. Ya ni siquiera sabemos si vamos a llegar vivos al domingo, porque el círculo de seguridad se está cerrando, amenazante, cada vez más sobre nosotros. Ya no es el amigo del amigo del amigo, ahora es "a mi amigo lo secuestraron, a mi amigo lo mataron".
En este hematoma de país, ya la gente ni siquiera está segura de su mesías personal: para algunos, las elecciones. Para otros, los estudiantes. O el golpe de estado de los militares. O el golpe de estado de la neo-bolivarquía. Ya los argumentos que intentan arrojar luz al final del túnel son esgrimidos sin mucha convicción.
Supongo entonces, que cuando le digo a la gente que el año que viene me convierto en miembro honorario de la familia imperial española, la mirada inquieta corresponde a un “¿será que yo también me debería ir?”
o.O
Hace poco, en el medio de la aparentemente inevitable conversación emigratoria, una chica que acabábamos de conocer nos dijo, con certeza absoluta: “Madrid es HORRIBLE para vivir”. Mi esposo le preguntó con una dulzura directamente proporcional a la mala intención: “¿En serio? ¿Y cuánto tiempo viviste allá?”. La chica tartamudeó: “bueno, yo nunca he vivido allá, pero un amigo mío que vivió allá dos meses me dijo que es igualita a Caracas...” “Oye, a mi en verdad no se me parece en nada… Pero tú has ido, ¿no?” “Bueno... no... nunca he ido a Europa”. En ese momento, tanto él como yo le dimos click en el botón “Ignorar” y seguimos conversando entre nosotros.
Mi interpretación particular del fenómeno es que poco a poco, la incertidumbre fatalista en la que vivimos se ha ido transformando en una terrible certeza. No sabemos nada de nada, pero estamos seguros de que lo que viene no es bueno.
Vivimos sumergidos en una terrible incertidumbre. No podemos contar con tener nuestro trabajo o nuestra empresa funcionando a 100% de operatividad el mes que viene. Si vamos a poder viajar el próximo año, si comprar o no comprar dólares, si habrá leche y carne en el supermercado. Si la cola me dejará llegar a mi destino, si me entregarán el carro que estoy esperando desde hace 15 meses. No sabemos si nuestros hijos recibirán la educación que queremos darles o la que el gobierno decida, o si mi casa seguirá siendo mía para siempre, o si la empresa en la que trabajamos o que poseemos será expropiada por el gobierno o tomada por el sindicato. No sabemos si tener bolívares, divisas, deudas o bienes. Los bolívares se evaporan con la inflación, la volatilidad de las divisas han hecho perder dinero a más de uno, las tasas de interés son preferencialmente altas pero solo a la hora de cobrarnos, y los bienes nos los roban o decomisan con la facilidad con la que se le quita un juguete a un niñito bobo. Ya ni siquiera sabemos si vamos a llegar vivos al domingo, porque el círculo de seguridad se está cerrando, amenazante, cada vez más sobre nosotros. Ya no es el amigo del amigo del amigo, ahora es "a mi amigo lo secuestraron, a mi amigo lo mataron".
En este hematoma de país, ya la gente ni siquiera está segura de su mesías personal: para algunos, las elecciones. Para otros, los estudiantes. O el golpe de estado de los militares. O el golpe de estado de la neo-bolivarquía. Ya los argumentos que intentan arrojar luz al final del túnel son esgrimidos sin mucha convicción.
Supongo entonces, que cuando le digo a la gente que el año que viene me convierto en miembro honorario de la familia imperial española, la mirada inquieta corresponde a un “¿será que yo también me debería ir?”
10 comentarios:
Me reí bastante...muy bueno.
Mi granito de arena es:
...las opiniones son como el final del aparato digestivo, todos tenemos uno y realmente no importa lo que le metas todos sacan lo mismo...:)
Ah, yo soy muy claro.
Váyanse para el coño. Aquí lo que van es a joderse.
Yo, les diría que a Barcelona, porque yo quiero vivir allá. En Madrid hace mucho calor en verano.
Pero total, a Madrid se le llega en tren. Y dentro de España, todas las capitales son más o menos iguales en cuanto a oportunidades.
Pana, este post es hermano de aquél que habla de la gente que dice 'yo creo que tú deberías'.
Desde entonces, comencé una campaña institucional en la que, sin que la gente me lo pida, insisto en lo estúpido que es decir 'yo creo que tú deberías'.
Creo que voy a empezar otra con esta.
...y por Dios, 'yo creo que deberían' quemar los pasaportes, la cédula y la memoria. Las mujeres ingratas como Caracas sólo merecen olvido.
:)
Lo único que espero es tener un lugar donde llegar de vacaciones a España (no importa la ciudad ...) ;)
La decisión de irse de Venezuela o quedarse en ella es absolutamente personal, ambas cosas dan terror, por eso tantas opiniones sin que las pidan ... :P
Yo les diría que no se fueran... no porque madrid, o paris, o lo que sea es peligroso, o jodido, o con calor, o no... les diria que no se fueran porque es muy lejos, y esto de messenger jamas es lo mismo... yo se que cuando se vayan los voy a extrañar que jode...así me ponga a usar videoconferencia y vea el facebook, o whatever... pero como dijo ana...irse o no es decisión total y completamente personal, y no hay nada que hacer al respecto.
Heishiro
En este momento tengo la mirada inquieta. oO
Chamos que inquietud, nunca he estado en Madrid, sera que si se puede armar la partida de chapitas o la caimanera de futbol en el patio de aquel palacio que tienes en la foto de tu facebook. Yo solo por comprobarlo me iria, y... si no puedo oO pero si juego chapitas con el rey :D y si me quedo sin medio oO y si vivo feliz :D . De algo estoy seguro es mejor no quedarme con la incertidumbre y luego terminar como un BOLSA diciendo que Madrid es HORRIBLE sin ni siquiera haber ido. FELIZ FUTURO para los dos y mucho EXITO
Su pana Flanders
P.D. : Si me pueden llevar llevenme, sino organizaremos la caimanera cuando vaya.
Yo creo que las justificaciones son racionalizaciones para convencerse uno mismo de lo que no se cree. Por eso se habla al tuntún, sin hilación, se "sabe" de lo que no se puede saber... Necesitamos autoconvencernos.
No tratan de convencer al otro, sino a sí mismos. Es muy humano, muy comprensible, pero no es una actitud valiente. Me Conviene encararse con la verdad: creo que es mejor decirse a uno mismo "no me atrevo" o "tengo dudas", que autoconvencerse de lo que no tiene sentido, de lo que no se sabe.
Interesante blog
Que bueno lo que escribes Vane!!!
Y como no me estás pidiendo mi opinión te la voy a dar...
Yo que me he ido varias veces, te puedo decir con certeza que te vayas tranquila y cuando te de la gana, te regreses, y si solo quieres venir de visita, aqui te esperamos... al menos mientras estemos aqui... Giks!
Todas sus respuestas siempre son bienvenidas! Que fino que me escriban! Gracias a todos :D
The longer you wait, the harder it gets.
merlin
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