jueves, 31 de mayo de 2012

Lost in translation, o l'amore tradotto

Finalmente cedimos a la presión general y nos metimos en clases de italiano. Me hubiera gustado hacer esto antes de venir a vivir a Italia, pero los cursos de italiano en Caracas son extraordinariamente caros y además duran entre dos y tres años, y ante la falta de tiempo y recursos, recurrimos a los cursos caseros. Juiciosamente me compré un curso completo de Berlitz, niveles básico, intermedio y avanzado, el cual como buena niña empecé a estudiar meses antes de venirme para acá. Cuando llegó el momento de montarnos en el avión, yo me sentía medianamente preparada para enfrentarme al nuevo idioma, ya que podía entender, por ejemplo, las páginas web en italiano, buscar apartamento o pedir comida y pagar en un negocio.

Una vez acá, me di cuenta de que aunque podía entender lo que estaba pasando, en el momento de hablarle a alguien o pedir algo, mi douchebag brain me daba pantalla azul, y me quedaba viendo a mi interlocutor con cara de vaca atragantada, ya que a pesar de tener una noción de las palabras que debo utilizar, se me formaba un merengue entre el español, el inglés y el poco italiano que tenía registrado en los archivos. Aparentemente, si quiero pensar en otro idioma, automáticamente paso al inglés, y de ahí trato de saltar al italiano, pero el español se me atraviesa, ergo, ojos de vaca cagona. Por ejemplo: disculpe, en italiano, se dice "scusi". En inglés, "excuse me". En una ocasión, una chica me hizo una pregunta referente a una dirección. Casualmente conocía el lugar, así que orgullosamente le iba a contestar cuando ella me dijo algo que no entendí. Así que le dije "escuisi", mezcla originalísima de los tres idiomas. La chica me miró, se rió e hizo un gesto así como que "ni de vaina vas a saber lo que te estoy preguntando" y se fue. Me quedé con las ganas de demostrar mi recién adquirido conocimiento de la ciudad, y molestísima, porque desde que llegué, esa es la primera palabra que aprendí y la que más he usado.

El italiano es muy parecido al español. Esto es una ventaja notable en el momento de leerlo, ya que es tan parecido que prácticamente se puede leer corrido, y las palabras desconocidas se sacan por contexto. La pronunciación también es fácil de aprender. En el momento de escuchar a alguien hablarlo, depende totalmente del interlocutor. Por ejemplo: mi casero anterior era rumano, así que prácticamente no le entendía nada y la comunicación era, por decirlo bonito, tortuosa. Si es un italiano de Roma o del norte, se le entiende bastante bien, pero si es del sur, (digamos, napolitano), está hablando en otro idioma. Al grupo de los extranjeros y de los sureños hay que agregarle los ancianos: por alguna razón a ellos tampoco les entiendo ni papa.

Nos pasó más de una vez que por las dificultades lingüisticas terminábamos pasando mucho más trabajo del necesario, sobre todo en el tema del transporte. Más de una vez llegaba a la casa furiosa, y pasaba días pegada a la computadora estudiando rabiosamente, determinada a que "esto no me vuelve a pasar". Eventualmente, y viendo que el enfermo no mejoraba, decidí cambiar de técnica ya que mi maravilloso curso de Berlitz esté en inglés y aparentemente, eso no me ayudaba con el caso, y me bajé otro curso llamado Rosetta Stone, el cual está completamente en italiano y se basa en la asociación de palabras con imágenes. También le dediqué horas y horas a este método, que es muy conocido y de hecho, si se compra el programa original, carísimo. (Yo ho ho ho a pirate's life for me!). Eventualmente me dí cuenta de que entendía mucho mejor, pero aquello de poder hablar con alguien aún no sucedía. La cara de vaca cagona seguía apareciendo cada vez que necesitaba expresar algo medianamente complejo. Digamos: puedo pedir una pizza y una Coca Cola, puedo pedir pan salado y blando, comprar tickets o pedir e incluso explicar una dirección. Pero si tengo llamar al proveedor de internet y armarle un peo porque no han mandado al técnico y llevo dos semanas esperando, se podría decir que no soy tan exitosa.

Cuando llegamos a Roma buscamos cursos de italiano para extranjeros, que son muy comunes aquí ya que para obtener la nacionalidad debes presentar un examen del idioma. Los cursos son prácticamente gratis, y los dan en los colegios públicos. En donde vivíamos antes, el curso más cercano se encontraba a dos horas en autobús: irónicamente, aunque en el mapa estaba muy cerca de la casa, para llegar al sitio había que dar un vueltón enorme, ya que las rutas de los autobuses no se triangulan muy bien entre esos dos puntos. Cuando nos mudamos reiniciamos la búsqueda, y logramos ubicar un cursito cercano y la verdad, bastante cómodo. Nuestra profesora se llama María y es una mujer inmensa, tanto en persona como en corazón. Nos metió en un curso super intensivo ya que llegamos con ocho meses de retraso, así que nos dijo que fuéramos todos los días para ver si podíamos alcanzar a los otros. Los otros son una catajarra de bengaleses, (del Bangladesh), dos chinas, un africano (ghanés, y habla inglés pero es como si fuera extraterrestre) y un dominicano. Afortunadamente, los cursos caseros pagaron el esfuerzo y rápidamente no solo los alcanzamos, sino que ya los pasamos y más bien ayudamos a la teacher a explicarles a los muchachos. Y es que también el hecho de venir del español ayuda mucho: al menos nosotros no tuvimos que reaprender el alfabeto. Las pobres chinitas son las que pasan más trabajo: cada sílaba es agónica, y termino con la garganta seca cada vez que las ponen a decir algo. María, pacientemente, le grita cada vez que se equivoca. Es italianísima, María, grita por todo y en los momentos menos pensados, y al mismo tiempo, es puro amor y empatía. 

Lo bueno de los cursos es que me ha ayudado a entender por qué me equivoco tanto hablando. Las reglas del lenguaje van todas más o menos así: "se usa x para tal y tal caso", peeeeero "si estás nadando con un pez azul se dice diferente, y cuando vas en caída libre desde el Coliseo también cambia, y si te tropiezas y te caes cuando vas cayendo lo dices de esta otra manera"... los bengaleses se agarran la cabeza y gimen. Esto se conjuga de esta manera a menos que te hayas levantado después de las once de la mañana. Pero si lo escribes con un bolígrafo azul también cambia y le pones una doppia t delante del apóstrofe. Las chinas se ponen a textear en los celulares, que parecen una extensión de sus manos. El africano mira al cielo como rezando, y yo sigo preguntando: "pero por qué?????" buscando una explicación lógica. Más de una vez la respuesta es: "eeeeeh... porque sí!". Y fin del caso.

Supongo que eventualmente lograré mimetizarme con las reglas gramaticales y ortográficas del idioma. Ese día llamaré a mi proveedor de internet y le diré hasta de qué se va a morir.

viernes, 25 de mayo de 2012

Pizza sin Pepperoni

Mi primer pedazo de pizza italiana fue particularmente terrible para mi: en una pizzería rustica pedí un trozo de una pizza con lo que parecían champiñones gigantes y queso. Amante de los champiñones, pero ignorante de su variedad, pensaba que todos los champiñones eran iguales, y al llegar aquí descubrí que hay un montón de tipos de hongos, y que una de sus variedades es llamada hongo champiñón, y aparentemente, es el único que me gusta. Estos hongos que pedí en mi primera pizza en Italia eran (descubrí luego) funghi porcini, y su textura es gelatinosa: es como morder un pedazote de grasa fría. Aquí son un hit, pero yo no puedo con ellos. De más está decir que ese primer pedazo de pizza me lo comí quitándole los pedazotes de "grasa" y dándoselos a mi hermana, que felizmente se los devoraba porque ella no tiene problemas con la textura de las comidas, como yo. A esta terrible experiencia siguió un profundo aprendizaje pizzístico, porque esta es mi comida preferida, y como es posible venir a Italia y que no le guste a uno la pizza del lugar.

En Venezuela se come básicamente dos tipos de pizza: la que se hace en hornos de leña al estilo italiano, y la  americana, que es la que venden en locales como Pizza Hut o Domino's. Ambos tipos de pizza llevan bastante salsa de tomate, queso mozzarella, y una buena cantidad de adornos. A veces hasta extravagante. (De hecho, recuerdo que hay una pizza que se llama Extravaganza o algo así). Mi pizza favorita en Caracas lleva su base de salsa de tomate y queso, con pepperoni, cebolla, champiñones y algún extra como jamón o maíz. Me gusta la masa normal, que es más bien gordita, no me gusta la extra-gruesa porque es como comer solo pan, y la extra-delgada tampoco, porque entre la salsa y el montón de cosas se hace imposible de comer con las manos. 

En las pizzerías italianas en Caracas, la pizza es muy delgada, y también lleva múltiples ingredientes sobre una masa particularmente delgada, con salsa y queso. Esa pizza es cocinada con horno de leña y usualmente hay que comérsela con cubiertos. 

Cuando uno viene a Italia llega con todo tipo de recomendaciones pizzísticas. Finalmente, aunque no se ha determinado quien la inventó, ciertamente fueron los italianos quienes la perfeccionaron, así que las expectativas con las que llegamos a Roma a comer pizza eran muy altas. La impresión inicial en mis primeros días fue un poco de sorpresa y de desilusión: la pizza aquí no tiene nada que ver con lo que yo estaba acostumbrada. Olvídense de una pizza repleta de adornos, con mucha salsa y queso. Eso aquí no existe. Y lo que orgullosamente llamamos "pepperooonnnni", aquí no existe, y una pizza con peperoni es una pizza con pimentón. Que por cierto, aquí es dulzón. Y el equivalente al peperoni es un salami picantoso, que se parece pero no es igual, pero las rodajitas rojas como tal, nadie sabe como se llaman o a qué demonios me estoy refiriendo. Así que es muy fácil quedarse lost in translation, con la fortuna de que aunque te equivoques ordenando, la comida va a ser buena, a menos que tenga unos pedazos inmensos de grasa fría que se hacen llamar a sí mismos "hongos".

Los romanos (no hablo por el resto de Italia porque sé que es diferente en cada región) tienen un ángulo bastante práctico con respecto a la pizza. Desayunan, almuerzan y cenan pizza. La comen en el metro, caminando, en sus casas, en frente de la computadora. Hay más de una pizzería por cuadra. Es abundante y barata, y puede resolver cualquier apuro. Hay tantas pizzerías aquí que es hasta un poquito cliché.


Además, hay varios estilos básicos de pizzería: está la pizza al taglio o pizza rustica, (que significa al corte), que viene en bandejas cuadradas y se vende por peso: uno le indica al vendedor más o menos cuanto quiere comer, y ellos cortan, pesan y entregan. De la misma forma se vende la pizza alla palla, con la diferencia de que esta pizza se cocina en una bandeja larga y se saca con largas palas de madera. También la cortan con una tijera y te la entregan envuelta en una servilleta. El pan es gordito y suave, y es casi imposible conseguir una pizza que tenga salsa y queso simultáneamente. Las combinaciones más comunes son: chorizo y queso, salsa y orégano, tomates cherry con albahaca y pedazos de mozzarella, jamón y queso, camaroncitos con rúgula, salchichon picante, queso y papas, y distintos tipos de hongos combinados con queso o con prosciutto. Nótese que en ningún caso dije "salsa y queso y..." Son buenísimas todas y conforman el tente-en-pie perfecto para cualquier momento. Cuando se pide para "portare via", o para llevar, te pican tu cuadrado por la mitad y lo cierran como un sandwich, llegando al extremo de la practicidad pizzística.

El otro estilo de pizza es el que se come sentado en un restaurante, o que se pide en el mismo restaurante para llevar. Aunque el estilo callejero me encanta, reconozco que este es mi preferido. Estas pizzas son más parecidas a las que conocemos en Caracas, ya que son hechas con un pan bien delgadito y crujiente en los bordes. Por lo general, en cualquier restaurante al que uno vaya, conseguirá más o menos el mismo menú: margarita, con queso y salsa, napolitana, (salsa, queso y anchoas), cuatro quesos, caprichosa (salsa, queso, aceitunas, huevo y alcachofas, a quien se le ocurre!), diavola (salsa, queso y salami picante), marinara (salsa, ajo y orégano), y algunas combinaciones con berenjena y hongos. Aquí la berenjena da hasta para postres y es muy común encontrarla en todos los platos.

Las pizzas además suelen ser individuales, por lo que los amantes de las anchoas como yo no nos tenemos que reprimir ante el disgusto general por el pobre pescadito. Curiosamente, la pizza con anchoas en Roma se llama "napolitana", mientras que en Nápoles se le llama "romana".

Los espero para darles el tour de la pizza romana  ;)

miércoles, 9 de mayo de 2012

Receta de Pan de Jamón con Queso Crema

Esta receta es de mi creación. Fue un experimento con ingredientes sobrantes que quedó tan bueno que decidí compartirla. Por esta razón uso la masa del cachito de jamón que es dulzona, en lugar de la del pan de jamón, que no lo es.

Masa:

Ingredientes:
3 huevos (uno para pintar)
1 cucharadita de sal
½ taza de azúcar
½ taza de aceite vegetal (o de mantequilla derretida no muy caliente, el aceite es más fácil)
3/4 taza de leche
5 tazas de harina para todo uso (más un poquito extra para amasar)
1 cucharada de levadura en polvo o fresca (depende de la cantidad de harina que vaya a usar)

1. Active la levadura: coloque la levadura (fresca o en polvo) en un poquito de agua caliente con una cucharadita de azúcar hasta que le salga espuma. Esto tarda para la seca unos 10 minutos. Yo lo hice con fresca y no vi ninguna diferencia.

2. Bata los dos huevos en un recipiente grande. Agregue la leche, el azúcar, la sal, el aceite y la levadura y mezcle bien.

3. Agregue el harina taza por taza y siga revolviendo hasta que no queden grumos. Preste atención a las primeras tazas especialmente. 

4. En una mesa enharinada, amase con ganas durante diez minutos hasta que la masa no se le pegue a los dedos. Si hace falta agregue más harina, cuidando de no secarla demasiado. Si la masa queda muy seca, puede humedecerla con un poco de leche.

5. La masa debe quedar suave y esponjosa. Colóquela en el recipiente grande. Tape con un trapo húmedo y guarde en un sitio tibio durante dos horas (no en la nevera). La masa duplicará su tamaño.

6. Vuelva a enharinar la mesa y sáquele el aire a la masa con la punta de los dedos. Divida en tres o cuatro partes iguales y trabaje cada porción a la vez. Si desea guardar algo, envuelva con plástico y guarde en el congelador.

Con eso saldrían 3 o 4 panes de jamón (grandes o medianos).

Relleno:

- Entre 400-500 grs de jamón cocido en lonjas. (En Europa el jamón normalmente viene seco, si se usa el que viene con agua queda mejor)
- 1 taza de pasitas (o más, dependiendo del gusto de cada quien)
- 1/2 taza de aceitunas rellenas con pimentón picadas en rueditas
- 220 grs de queso crema (esto también es al gusto, sin embargo si se le echa demasiado puede quedar pastoso)

Montaje de los panes:

1. Sobre una mesa enharinada, se extiende una parte de la masa y se amasa con un rodillo hasta un espesor de aproximadamente 5 mm. Si le gusta el pan de jamón con más masa, déjela más gruesa. Con un corta-pizzas o con un cuchillo bien afilado, corte los bordes de la masa para hacer un cuadrado.

2. Con un dedo mágico, extienda el queso crema en una capa delgada, de 2 o 3 mm de espesor, dejando un espacio en el borde de unos 3 cm. Este espacio es importante porque es lo que le va a permitir cerrarlo al final.

3. Coloque las lonjas de jamón sobre el pan y rocíe las aceitunas y las pasitas al gusto.

4. Tome la masa de un extremo y enróllela sobre si misma como un brazo gitano. Los extremos se cierran apretando la masa y enrollando hacia adentro, o apretándola, como más le guste. Con la masa que sobra puede hacer pequeñas decoraciones, incluso puede agregar estrellitas, círculos, corazones hechos con un cortagalletas. Si decide decorarlo, tome en cuenta que esas decoraciones pueden hasta triplicar su tamaño, así que es mejor hacerlas bien delgaditas.

5. Bata un huevo con un poquito de leche y una cucharadita de azúcar en un recipiente pequeño. Con una brocha o con los dedos, cubra bien el pan con esta mezcla. Deje reposar por dos horas en un sitio tibio y preferiblemente cubierto con un trapo húmedo.

6. Una vez transcurridas las dos horas, vuelva a cubrir con al mezcla de leche y huevo, y coloque en el horno por 30-40 min precalentado a 200°C. De todas formas, como todos los hornos son distintos, esté pendiente de la superficie del pan: cuando esté bien doradita, seguramente el pan ya está listo.

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* Fotos cortesía de internet :)

viernes, 4 de mayo de 2012

Me iría demasiado (Odio Viral, Parte II)

Esta mañana me empezaron a llegar a mi FB una serie de comentarios acerca de un video llamado "Caracas Ciudad de Despedidas". Según entiendo, más no lo he podido comprobar, se trata de un video realizado por unos estudiantes para una entrega de comunicación social o periodismo o alguna carrera similar.

Después de leer un montón de comentarios insultando a los muchachos, y llamándolos de las peores formas posibles, sucumbí a mi malsana curiosidad y terminé viéndolo.  El video dura 17 minutos y es francamente insoportable.

Son unos chamos hablando de como cada vez más sus amigos y familiares se van del país. Algunos están a favor, otros no tanto, unos se van, otros no. Hay algunas personas a las que la cámara los ama, y en el caso de estos chicos, a casi ninguno los favorece. No es que sean antipáticos, porque la verdad no creo que lo sean, pero creo que la forma como se editó los presenta, diciéndolo suavemente, como unos odiosos. Los caraqueños del este mandibuleamos todos, pero cuando uno lo ve desde afuera, choca más que cuando estás adentro.

Sin embargo, y como suele suceder con las iniciativas principiantes, tanto el video como sus participantes han sido inmolados en el fuego del cyber-hate. Los llaman sifrinitos, cotufas, mentepollos, les dicen que son unas mierdas, que no representan el sentir venezolano, que no son para nada reflejo del pensamiento nacional, que son unos pendejos, y algunos llegan más allá, diciéndoles que se vayan del país y que no vuelvan jamás. Ya tienen su propio trend en Twitter, ya están en el meme generator, e incluso salieron reseñados en La Patilla en un artículo obviamente diseñado para incitar más comentarios odiosos. La gente está subiendo el video en Youtube para poder burlarse de ellos, y para poder ensañarse más y más.

Sin embargo, yo difiero con la mayoría de las opiniones que he leído hasta ahora. Yo pienso que ellos tienen derecho a opinar lo que les dé la gana, así sea mandibuleado y mal redactado. ¿O es que acaso ya en Venezuela estamos tan acostumbrados a la mordaza en la boca que nos escandaliza una opinión distinta a la propia? Se ha formado una especie de dictadura opositora donde, al igual que los chavistas, todos repiten al unísono lo que les mandan a decir los "líderes opositores". Al que se salga un poquito de la línea, los demás le caen a peinillazos. En nuestro caso, ni siquiera hace falta una autoridad macabra que nos venga a pegar: nosotros mismos nos damos. La oposición está claramente en contra de la inmigración: la orden es de que nadie se vaya, todos se tienen que marchitar hasta que ellos logren afinar la fórmula mágica que va a acabar con los problemas. De hecho, recuerdo claramente una propaganda de Globovisión donde las principales personalidades del canal cantaban una canción en la que llamaban traidores y apátridas a los que decidían "abandonar el barco, como las ratas en un naufragio". Cuando terminó esa propaganda, borré a Globovisión de mi lista de canales y no lo volví a agregar jamás. Irónicamente, sé que los hermanos, padres e hijos de muchos de los cantantes escogidos para el evento ya se fueron del país.

Yo entiendo que el tema de la emigración se ha vuelto un concepto muy delicado para todos los venezolanos. Creo que en este momento, casi todos tenemos al menos un amigo, o familiar o conocido, que se fue. Y en algunos casos, muchos. También estoy clarísima que emigrar no es para todo el mundo. Para mí ha sido difícil, y yo era una convencida del tema. Me imagino que si uno se va teniendo leves dudas, será el doble de duro, y si tienes fuertes dudas, pues será infinitamente duro. También creo que cuando la gente tiene esas reacciones tan fuertes y tan severas, es porque de alguna manera le están metiendo el dedo en la llaga. Algunos porque no logran reunir el valor para tomar la decisión, otros porque están amarrados por terceras personas, otros porque les da ladilla... quien sabe. O tal vez es porque simplemente son de izquierda y no creen en la libertad del individuo de hacer lo que les parezca mejor con su limitado spam de vida. Cada quien hace de su culo un florero y busca quien se lo adorne, como pinta El Bosco. Y si estos chamos decidieron que en su tarea de la universidad iban a hablar de un tema que los atormenta, ellos también son venezolanos, y también forman parte del país, y también tienen derecho de decir lo que les venga en gana. Aparentemente, ya la Misión Jabón logró convencer a todo el mundo de que en Venezuela solo importa ese pueblo que está muerto de hambre y que no puede satisfacer las necesidades elementales, así que ahora la misma mal llamada oposición se encarga de auto-marginarse y termina haciendo lo mismo. Los sifrinos criticando a los sifrinos por serlo, qué irónico. La dictadura opositora es tan severa que ya nadie puede hablar en voz alta de los problemas del país sin recibir una lluvia de insultos por parte de sus "compatriotas". Hay que callarse, entonces, para poder pertenecer. De Venezuela solo se pueden decir cosas bonitas y cursis, como que hay arepas ricas, playitas incomparables y niñas bonitas. Hay que ponerse una venda en los ojos y Vic Vaporub en la nariz para no percibir el desastre escatológico que se desmorona a nuestro alrededor.

Entonces, para encajar en esta nueva clase media, todos tenemos quedarnos tranquilitos en casa, esperar las órdenes del magno líder supremo (el nuestro, no el de ellos), y estar atentos a cualquier movimiento en falso de alguien en nuestras redes sociales para atacarlo sin piedad.

Los chilliditos de cochino en Facebook o en Twitter ni te hacen más útil, ni te hacen más patriótico, ni te hacen más venezolano. Y como dice mi esposo, es tan hipócrita el que se queda y habla bien del país, como el que se va y hace lo mismo. 

Al menos estos chicos hicieron algo, y eso es más de lo que puedo decir de la mayoría de sus detractores. Fue su primer intento y seguramente están sorprendidos con el resultado, pero probablemente ellos, a diferencia del resto, aprendieron algo de la experiencia y para la próxima, lo harán mejor.