La semana pasada necesité comprar un antibiótico en la farmacia. Cerca de mi trabajo hay dos alternativas: Farma y Farmatodo. Por costumbre, ya que los precios son iguales, me dirigí a Farmatodo con mi récipe y mi monedero. (Farmatodo es una cadena enorme de farmacias, que ha ido monopolizando el mercado hasta dejarnos casi sin alternativas. Las opciones son las dos mencionadas y Locatel, pero Farma tiene como 5farmacias, y Locatel 3. Las otras 124 son de Farmatodo).
Tomo mi número y veo la pantalla: faltan 5 personas para que me atiendan. Automáticamente me acerco al stand de maquillaje, el cual está estratégicamente colocado cerca del área de farmacia. Rara vez salgo de ese local sin haber comprado un montón de estupideces que no necesito: está diseñado para que eso pase. Una pinturita me llama la atención y me visualizo comprándola en rosado. Volteo un par para ver bien el color, sin sacarlas del stand (porque luego es un fastidio volverlas a meter), pero todas son rojas. Escucho el pi-rú que llama al siguiente número y me acerco.
Cuando estoy pagando en la caja, se acerca una de estas muchachitas que siempre están en el pasillo del maquillaje, con su uniforme usado y lavado diez mil veces, un pegoste de rímel barato en las pestañas, y la mirada de resentimiento que suele acompañar a las muchachitas medio boniticas que tienen que trabajar. La chica me toca el hombro con el dedo índice estiradísimo, dos veces. Yo la miro de reojo, y me dice: "¿Donde pusistesss la pintura que agarrastesss de allá?". Aún de reojo, le digo, con una mueca en la cara, que no tomé ninguna pintura, que debe estar donde ella dice. El dedito estiradísimo vuelve a incrustárseme en el hombro, y en un giro de 90 grados la confronto: "si, dime". La chica me dice: "Yo te vi cuando agarrastesss la pintura y te la metistesss dentro de la manga de la chaqueta".
Inmediatamente sentí ese familiar calorcito nacional que subió por mi garganta hasta mis orejas, y viendo rojo, me quité la chaqueta y se la tiré en el pecho. En el mismo movimiento metí mis manos en los bolsillos de mi falda y los volteé, y le dije: "Si eso es así, entonces busca la pintura tu misma. O prefieres raquetearme? Quieres que ponga mis manos contra la pared? Revisa la chaqueta y agarra la pintura si estás tan segura." Ella puso la chaqueta sobre el mostrador y se fue sin decir nada a la misma esquina en la que ha estado de pie desde hace bastante tiempo. Terminé de pagar, y tratando de controlar la furia y la indignación, le dije a la cajera que por favor me llamara al gerente de la tienda. La chica levantó un teléfono todo sucio y golpeado y habló con alguien. Me indicó que por favor esperara un momento, que ya el gerente venía a atenderme. Cinco minutos pasaron, en los cuales mi estado de ánimo no había hecho sino empeorar, y volví a acercarme a la chica: "¿podrías por favor indicarle al gerente que lo estoy esperando?", a lo que me respondió que el señor estaba viendo el video. Pensé que muy bien, que viera el video, así sería más fácil poner en su sitio a la dependienta frustrada de la esquina.
Finalmente baja el gerente. Un tipo cuarentón, simple y desabrido, de aire enfermizo, con ojeras azuladas y mirada poco inteligente. Vestía también uniforme del local, pero con Mangas Largas. Su aspecto me recordó al del muñequito del Monopolio. Su uniforme también había sido lavado diez mil veces. Me miró con odio y resentimiento, lo cual me hizo preguntarme si no sería familia de la de la esquina, y me lazó un sorpresivo: "entonces, ¿como hacemos?". Con los ojos muy abiertos, en una mueca de incredulidad, le dije que eso mismo me preguntaba yo, pues lo que estaba esperando era una disculpa de parte del personal de esa tienda. El hombrecillo me contesta que vió el video, y que el video se veía claramente que yo tomaba la pintura y la llevaba conmigo hasta la caja, pero que de ahí en adelante no se veía más nada y que por lo tanto él no sabía donde había puesto la pintura.
Analicemos mi situación:
1. El gerente de la tienda me está mintiendo, ya que me dice que vió algo que no pasó.
2. Lo que dice el gerente que vió no coincide con lo que vió Miss Esquina.
3. Yo no he salido de la tienda, así que técnicamente no me he robado nada. Si lo que dice Miss Esquina es cierto, tienen dos opciones: o me dejan salir para que active la alarma de la tienda, o me retienen y llaman a la policía para que me revise. Si lo que dice Monopoly Guy es cierto, entonces existe la posibilidad de que me haya arrepentido en el camino y haya dejado la pintura por ahí, o que de verdad esté tratando de robármela, para lo cual tiene las mismas opciones mencionadas anteriormente.
Sin embargo, lejos de llamar a la policía, o de verificar algo, o de tratar de mejorar la situación de alguna manera, el hombrecillo me seguía mirando con odio, mientras yo me debatía entre brincarle encima y enterrarle un cepillo entre los dos ojos, o meterle todas las pinturas de labio por el trasero.
Finalmente, decidí que la batalla estaba perdida, porque cualquier cosa que le dijera a este indiviuo era en vano: me iba a mentir. Por otro lado, decidí que no había ninguna razón por la cual yo me tuviera que defender, ni me sentí obligada a demostrar mi inocencia, mi honestidad y mi honor delante de extraños que me acusaron sin pruebas y que mintieron: realmente dudo que sepan el significado de esas palabras.
Después de unos segundos de observarlo con los ojos entrecerrados, le dije: "Yo tengo cinco años trabajando cerca de aquí, y siempre he comprado todas mis medicinas en esta sucursal. Esta es la última vez en mi vida que piso esta maldita tienda. Y le puedo apostar que ni mi esposo, ni mis padres, ni mi hermana van a volver aquí. Y de la gente que trabaja conmigo, le garantizo que después de que yo les cuente la forma como me trataron, habrán varios que no van a volver tampoco."
Esta dupla peligrosísima del Monopoly Guy y Miss Corner es más frecuente de lo que podemos imaginar. Este tipo de gente es el que puede destruir la imagen y la clientela de un negocio. Y eventualmente, de un país.
Tomo mi número y veo la pantalla: faltan 5 personas para que me atiendan. Automáticamente me acerco al stand de maquillaje, el cual está estratégicamente colocado cerca del área de farmacia. Rara vez salgo de ese local sin haber comprado un montón de estupideces que no necesito: está diseñado para que eso pase. Una pinturita me llama la atención y me visualizo comprándola en rosado. Volteo un par para ver bien el color, sin sacarlas del stand (porque luego es un fastidio volverlas a meter), pero todas son rojas. Escucho el pi-rú que llama al siguiente número y me acerco.
Cuando estoy pagando en la caja, se acerca una de estas muchachitas que siempre están en el pasillo del maquillaje, con su uniforme usado y lavado diez mil veces, un pegoste de rímel barato en las pestañas, y la mirada de resentimiento que suele acompañar a las muchachitas medio boniticas que tienen que trabajar. La chica me toca el hombro con el dedo índice estiradísimo, dos veces. Yo la miro de reojo, y me dice: "¿Donde pusistesss la pintura que agarrastesss de allá?". Aún de reojo, le digo, con una mueca en la cara, que no tomé ninguna pintura, que debe estar donde ella dice. El dedito estiradísimo vuelve a incrustárseme en el hombro, y en un giro de 90 grados la confronto: "si, dime". La chica me dice: "Yo te vi cuando agarrastesss la pintura y te la metistesss dentro de la manga de la chaqueta".
Inmediatamente sentí ese familiar calorcito nacional que subió por mi garganta hasta mis orejas, y viendo rojo, me quité la chaqueta y se la tiré en el pecho. En el mismo movimiento metí mis manos en los bolsillos de mi falda y los volteé, y le dije: "Si eso es así, entonces busca la pintura tu misma. O prefieres raquetearme? Quieres que ponga mis manos contra la pared? Revisa la chaqueta y agarra la pintura si estás tan segura." Ella puso la chaqueta sobre el mostrador y se fue sin decir nada a la misma esquina en la que ha estado de pie desde hace bastante tiempo. Terminé de pagar, y tratando de controlar la furia y la indignación, le dije a la cajera que por favor me llamara al gerente de la tienda. La chica levantó un teléfono todo sucio y golpeado y habló con alguien. Me indicó que por favor esperara un momento, que ya el gerente venía a atenderme. Cinco minutos pasaron, en los cuales mi estado de ánimo no había hecho sino empeorar, y volví a acercarme a la chica: "¿podrías por favor indicarle al gerente que lo estoy esperando?", a lo que me respondió que el señor estaba viendo el video. Pensé que muy bien, que viera el video, así sería más fácil poner en su sitio a la dependienta frustrada de la esquina.
Finalmente baja el gerente. Un tipo cuarentón, simple y desabrido, de aire enfermizo, con ojeras azuladas y mirada poco inteligente. Vestía también uniforme del local, pero con Mangas Largas. Su aspecto me recordó al del muñequito del Monopolio. Su uniforme también había sido lavado diez mil veces. Me miró con odio y resentimiento, lo cual me hizo preguntarme si no sería familia de la de la esquina, y me lazó un sorpresivo: "entonces, ¿como hacemos?". Con los ojos muy abiertos, en una mueca de incredulidad, le dije que eso mismo me preguntaba yo, pues lo que estaba esperando era una disculpa de parte del personal de esa tienda. El hombrecillo me contesta que vió el video, y que el video se veía claramente que yo tomaba la pintura y la llevaba conmigo hasta la caja, pero que de ahí en adelante no se veía más nada y que por lo tanto él no sabía donde había puesto la pintura.
Analicemos mi situación:
1. El gerente de la tienda me está mintiendo, ya que me dice que vió algo que no pasó.
2. Lo que dice el gerente que vió no coincide con lo que vió Miss Esquina.
3. Yo no he salido de la tienda, así que técnicamente no me he robado nada. Si lo que dice Miss Esquina es cierto, tienen dos opciones: o me dejan salir para que active la alarma de la tienda, o me retienen y llaman a la policía para que me revise. Si lo que dice Monopoly Guy es cierto, entonces existe la posibilidad de que me haya arrepentido en el camino y haya dejado la pintura por ahí, o que de verdad esté tratando de robármela, para lo cual tiene las mismas opciones mencionadas anteriormente.
Sin embargo, lejos de llamar a la policía, o de verificar algo, o de tratar de mejorar la situación de alguna manera, el hombrecillo me seguía mirando con odio, mientras yo me debatía entre brincarle encima y enterrarle un cepillo entre los dos ojos, o meterle todas las pinturas de labio por el trasero.
Finalmente, decidí que la batalla estaba perdida, porque cualquier cosa que le dijera a este indiviuo era en vano: me iba a mentir. Por otro lado, decidí que no había ninguna razón por la cual yo me tuviera que defender, ni me sentí obligada a demostrar mi inocencia, mi honestidad y mi honor delante de extraños que me acusaron sin pruebas y que mintieron: realmente dudo que sepan el significado de esas palabras.
Después de unos segundos de observarlo con los ojos entrecerrados, le dije: "Yo tengo cinco años trabajando cerca de aquí, y siempre he comprado todas mis medicinas en esta sucursal. Esta es la última vez en mi vida que piso esta maldita tienda. Y le puedo apostar que ni mi esposo, ni mis padres, ni mi hermana van a volver aquí. Y de la gente que trabaja conmigo, le garantizo que después de que yo les cuente la forma como me trataron, habrán varios que no van a volver tampoco."
Esta dupla peligrosísima del Monopoly Guy y Miss Corner es más frecuente de lo que podemos imaginar. Este tipo de gente es el que puede destruir la imagen y la clientela de un negocio. Y eventualmente, de un país.
4 comentarios:
Es ilógico decir "yo hubiese hecho esto" a estas alturas, porque en realidad uno nunca sabe como va a reaccionar ante una situación como esta. Yo muy probablemente hubiese dejado que el escándalo llegara hasta las últimas consecuencias. Que llamen a la policía y que me revisen. Y que efectivamente hiciéramos un recorrido a ver si puse la pintura en otro lado. Si no era así, entonces iban a tener que pedir disculpas. En ese caso me importan los mismos tres pepinos el tiempo perdido, porque al menos le hago ver que no tiene razón. El no volver a entrar y el publicar esa información por todos los medios posibles, eran consecuencias directas de sus actos.
Heishiro
Enterrarle el cepillo en la frente y los lapiz labiales por el ano LOL.... Su porxima ida al baño sería al mejor estilo de Avon o Revlon....Interesante sesión de fotos
En realidad yo me hubiera preocupado por la pobre pinturita perdida que nadie al final sabe donde quedo :(
Vane picara ¡devuéRvela!
hay que hacer algo,con misss esquina y muñequito de torta desteñido,he pensado en muchas pero tu padre me dice no, eso no sirve, pense ir agarrar yllenar el mosdtrador de farmacia de detodo, y pedir sopotocientos remedios al guevon ese y despues que lo tuvieran registrado en la linda caja mandarlos a comerse todas sus pinturas de labio,y toda su tienda, peroooo oscar dijo van a creer que estas loca de remate y pobrecita Chavez y la monop. la tienen loca.......mamá.
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