domingo, 9 de noviembre de 2008

La Manada

Manada: f. Conjunto de ciertos animales de una misma especie que andan reunidos.

Según wiki, "es interesante estudiar el comportamiento de los animales dentro de la manada, así como su actitud del grupo frente al resto de las especies. Hasta se ven comportamientos de decisión de conjunto, como en el caso de los ciervos o búfalos".

En esta ciudad, poner un pie en la calle es marcar la tarjeta de entrada a una reunión de la Logia de los Búfalos Mojados. Lo único que me consuela es que al final del día, puedo cerrar la puerta de mi casa detrás de mi, y al ritmo cacofónico de los cornetazos del semáforo de la esquina y de los perros esquizofrénicos de los vecinos, disfruto de un espacio libre de animales. A pesar de que tengo un perro y un gato.

Un ejemplo bíblico es el semáforo de la esquina. Intersección diabólica, donde tantos conductores neófitos pierden la virginidad. Veinte metros de sangre y adrenalina, en los que ocurren todo tipo de barbaridades. En cada cambio del semáforo ocurren no menos de 5 infracciones en el horario matutino. Esas horas en las que los responsables padres caraqueños llevan a sus hijos a ser educados, después de atravesar un torrente de cornetazos, insultos e ilegalidades. Me cuentan que en ese semáforo una chica esperaba el cambio de la luz, y una doña en una camioneta la chocó por detrás. La muchacha se bajó con la boca abierta, sin entender lo que había pasado, y se acercó a su parachoques. La doña de la camioneta se bajó gritando todo tipo de indignidades, se acercó a la sorprendida muchacha, y le volteó la cara de un sonoro bofetón. "Pa que seas seria". La persona que vió esto me dice que muy a su pesar se vió obligado a arrancar, por lo que no sabe que ocurrió justo después. Afortunadamente eso no me ha pasado a mi: estaría presa.

La proeza de atravesar dicho semáforo (y en general, cualquier intersección caraqueña) solo puede llevarse a cabo a través del más puro y básico instinto animal. La mirada fija y acechante, el pie en el acelerador, el motor rugiendo, adelantando milímetro a milímetro, pendiente de que no se te metan los tres hombrilleros que esperan agazapados en tu visión perisférica. Un pequeño acelerón, de golpe, acompañado de un giro de 25 grados del volante, justo lo necesario para "pedir paso" al compañero de al lado, que ha ignorado consistentemente el pic-pic-pic de tu luz de cruce. (Esta es la llamo la maniobra Victor pues la aprendí de él, y es bastante útil si uno quiere llegar a algún lado que amerite algún cambio de canal, especialmente cuando se anda en el yappy-twitting-yellow-twingo).

Para mi, el tráfico es la representación simbólica y escalada de la actitud general de los habitantes de un país. Detrás del volante, todos somos prácticamente anónimos. Refugiados en la pseudo-seguridad de su coraza metálica, los conductores pueden perpetrar todo tipo de imbecilidades y abusos, sin casi ningún tipo de consecuencias. A menos que tenga mala suerte, o se encuentre en algún punto álgido de las alcaldías de la oposición citadina. En una ciudad donde la única ley es la del más fuerte, los más débiles nos vemos obligados a entrar en la cadena alimenticia de manera forzada y abrupta, y en contra de nuestra voluntad. Últimamente, y cada vez con mayor frecuencia, me estoy viendo obligada a luchar mano-a-mano contra otro búfalo, más fuerte y grande que yo, si quiero llegar a mi destino. Después de 10 minutos viendo como no puedo avanzar en mi semáforo porque los del otro lado insisten en comerse su luz y quedar atravesados, digamos que se me acaba la cortesía, la civilización y las ganas de perdonar, y termino embistiendo. Lo malo es que yo tengo un Twingo, y Caracas con su fantabulosa gasolina subsidiada, es la ciudad de las camionetas. Desde afuera, yo me imagino que se debe ver como una oveja, esponjada y con lacitos amarillos detrás de las orejitas, embistiendo a un búfalo de ojos enrojecitos y músculos palpitantes debajo de la piel sudorosa. (De vez en cuando se presenta la oportunidad de pasar entre las patas del búfalo, y verlo mientras me alejo por el retrovisor como se queda atrapado en el caudal, rabioso, impotente, y cornetudo).

Me niego a convertirme en un búfalo. Pretendo mantenerme en mi orilla de decencia y paz para siempre. Estoy tratando de evitar a toda costa cruzarme con la estampida de animalotes malvados y salvajes, saliendo de madrugada de mi casa, saliendo disparada de mi trabajo, usando los caminos verdes, (bueno, grises), pero a veces no me queda más remedio que salir en horario normal y toparme con ellos. En esas raras ocasiones, cierro los ojos, visualizo mentalmente a mi oveja en un estadio superior en el cual nada la puede afectar, alíneo mi chacra superior con el inferior, centro mi híster, afino el mec-meeeeeec de mi mano derecha, (mi corneta, nunca salgo sin ella), y arranco suavemente, para pararme diez metros más adelante, en la cola del día. Marco tarjeta en la reunión de la Logia, pero como orador invitado.


4 comentarios:

Juan Miguel dijo...

Lo que tienes que comprarte son hojillas en los rines.

Como dije el otro día, el problema con las camionetas en que la habilidad del conductor es inversamente proporcional a la cantidad de accesorios de la camioneta, que sin embargo son directamente proporcionales en cuanto a su agresividad.

Hay que hacer una tabla que vaya así, para calcular el porcentaje:

Accesorios Habilidad Agresividad
Snorkel -2 +2
Rines -2 +2
Pico/Pala -3 +3
RAM/F-150 -3 +3
Mamá a bordo -15 +15

Alphz dijo...

no te miento, si estoy apurado, me meto por el hombrillo.. es horrible lo se, pero la verdad es un habito del cual no soy conciente y trato de no hacerlo.


Te tengo una solucion, porque en vez de comprar articulos amenazadores para la ovejita amarilla con lazitos, no alquilas un "Mamaguevo". Un carajo Papeado, armado, con cicatrices visibles y una actitud de mierda, que cargas en la maleta de tu carro y cuando seas victima de una mamaguevada, pues le das a tu botoncito (amarillo por lo del twingo) en el tablero y sale el "Mamaguevo" tubo en mano pegando gritos.

Ahi si veremos quien es la indefensa e inocente... jajajaja...

PD: Si nada de lo que escribi tiene sentido es xq estoy mas dormido que despierto.

CM dijo...

En ocasiones extremas, toca ser uno con la manada para poder salir vivo de la estampida... y en esos casos mas vale ser oveja, te puedes ocultar detrás de cualquier bestia! eso si, siempre evitando los cuartos traseros :P

Juan Miguel dijo...

Epa, hay que comercializar esa idea del mamagüevo.

Morocho haría los millones...