viernes, 28 de octubre de 2011

Jake Sully va a Roma, o el poder de la (des)información


Cuando se toma la decisión de mudarse de un país a otro, hay muchísimas incógnitas que uno piensa que va a ir resolviendo sobre la marcha. La cantidad de información que se recibe es abrumadora: al igual que con las dietas y las mascotas, todo el mundo tiene una opinión y un consejo. Al hacer la suma de los datos recibidos, resultan ser tan contradictorios que uno queda en el mismo sitio. Es entonces cuando yo decido que no quiero llegar a vieja, y me pongo a investigar por mi cuenta.

En mi caso, desde mi modesta investigación en internet tratando de comprender a qué me iba a enfrentar, me fue totalmente imposible capturar el verdadero tamaño de mi ciudad. Roma tiene casi 1300 km2 y aquí vivimos 2.8 millones de personas. Entretanto, Caracas tiene 1930 km2, y 4 millones de habitantes. (Debo acotar, para los que no lo saben, que antes de venir a vivir aquí yo no conocía Italia). Después de muchísimas vueltas por Street View y Google Maps, mi conclusión es que Roma era una ciudad grande, quizás un poco más que Caracas, y que por lo tanto no debía ser un problema manejarla. Pues resulta que no es así. Roma es inmensa. Yo creo que Roma es dos o tres veces más grande que Caracas, en términos de las zonas por las cuales uno podría caminar relativamente seguro. Claro que la comparación es injusta, siendo que Caracas es la quinta ciudad más insegura del mundo, y no se puede caminar por ningún lado "relativamente seguro". Pero me estoy refiriendo a lo más obvio.

Si no me creen, miren esta comparación, hecha a vuelo de pájaro usando Google Maps, con el mismo zoom en ambas ciudades:

El área azul en Caracas, es el área "utilizable". El área roja en Roma son montañas y parques. No estoy descartando ninguna urbanización puesto que aquí se puede caminar en todas partes. Y el área punteada es más o menos el centro de Roma, lleno de todas esas cosas que vimos en Historia del Arte y en Historia Universal en bachillerato. Y esto es considerando simplemente el área dentro del aro, que es una autopista que le da la vuelta a la ciudad, ya que ese no es el borde de Roma, y que la ciudad continúa en algunas direcciones más que en otras, pero dejémoslo así para efectos dramáticos.

En consecuencia, como se imaginarán, moverse en esta ciudad no es nada fácil, sobre todo si uno anda a pie y machuca el idioma. Desde la (relativa) seguridad de mi casa en Venezuela, traté de comprender como funcionaba el sistema de transporte romano, ya que estaba buscando un apartamento con una ubicación relativamente cómoda para un par de peatones novatos. Me fue imposible. Un mes y medio después de estar aquí, puedo decir que creo que ya estoy comenzando a medio entenderlo. Hay un metro, pero no se imaginen esas maravillas primer mundistas con las que todos soñamos. El metro es una crucecita triste en el medio del mapa, que ni siquiera llega a los bordes de la autopista, ya que aquí cada vez que clavan un tubo en el piso encuentran un montón de ruinas increíbles y sale un capitulo más para los libros de historia de segundo año. Por lo tanto, y en vista del lentísimo y complicadísimo avance de las obras del metro, se han visto obligados a complementarlo con un sistema de autobuses, trenes y tranvías que tienen su propio idioma e idiosincracia, una especie de Pandora que se retroalimenta y tiene mente propia, que no puedes entender a menos que seas azul y te conectes por usb al culo del autobús.

Todo está escrito e indicado, y a todos los lugares se les puede acceder a pie, con un horario bastante conveniente y suficiente información al respecto. El problema es que la información está codificada, y no es cosa de simplemente salir a la calle y "ya veré como llego". Oh no no no. Antes de salir hay que entrar en Google Maps, en Atac, en Tuttocitta, sacar lapiz y papel, el Blackberry, la calculadora, el mapa de Roma, el callejero, la guía turística, regla, escuadra, transportador y compás y dedicarle unos veinte minutos a analizar el destino, esto, para ver si la pegaste.

La cosa funciona más o menos así: en cada parada o estación hay paletas que parecen chupetotas, que dice el número de los autobuses y las calles por las que circulan. (No indican las paradas específicas, cosa que generó una confusión insoportable las primeras dos semanas). Ahí también indica el horario, porque hay diurno, nocturno y feriados (lo cual también enreda porque los días laborales se llaman feriales y los fines de semana festivos. Para mi feria implica fiesta y es como que lo mismo). Uno se monta en su autobús y empieza a sacar el pescuezo por la ventana cada vez que llegas a una parada para ver si es la tuya, hasta que finalmente te bajas. En mi caso, usualmente una antes o después, y tengo que caminar hasta la correcta. Cada autobús hace un recorrido circular, pero salen de un sitio llamado capolinea, que es como un terminal, y llegan a otro, y en cada capolinea el chofer apaga la unidad, se da una vueltica, se fuma un cigarrito y hace pipi. (Cosa que si te agarra desprevenido, asusta un poquito). Es decir: en la chupeta además te indica la dirección del autobús. Cosa que nos fue muy útil, una vez que lo desciframos. Adicionalmente los buses tienen variantes: desviado, limitado, expreso... De eso nos dimos cuenta de las peores maneras. "A donde coño vaaaaaaaaaaas?!?!?" (Desviado). "Son las once de la noche, por qué este tipo está apagando el burro este a la mitad de la maldita autopistaaaaaaa?!?!?!?" (Limitado). "Por qué coño no se paróoooooooo?!?!?!" (Expreso).

Otra cosa importante que hemos aprendido de mala forma es a no pararnos en las puertas en horas pico. Para eso tuvimos que entender que las horas pico de aquí no son normales, ya que el horario de trabajo no es normal. Son a las 7 de la mañana, y a las 8 y 12 de la noche. Resulta que aunque el vehículo se encuentre a más de su capacidad máxima, el chofer se va a detener en todas las paradas en las que haya gente, y bueno, ustedes verán como hacen. Esto se traduce en que los jóvenes y los inmigrantes (particularmente los indios, pakistaníes y africanos), van a entrar como sea, generando un tumulto en las puertas que termina en golpiza, donde se pueden meter fácil 20 personas en 3 metros cuadrados. Cosa que no me vuelve a pasar, ya que la última vez un señor borrachito aprovechó la circunstancia para rayarme la pizarra. Aclaro: no fue simplemente que hizo unos trazos, él hombre se puso Pollock, sin que yo pudiera hacer más nada que darle manotazos y mirarlo con odio. Hasta un pellizquito en el culo me obsequió antes de bajarme, el muy perro.

A pesar de todo esto, y considerando que yo siempre ando perdida, recientemente le bajé a mi maravilloso teléfono, (gracias Dios por hacerme vivir en esta época), una aplicación que se llama Traductor_de_Avatar_2.0, y me da las indicaciones de qué bus debo tomar, en qué sentido ir, cuales son las paradas exactas y en cuanto tiempo llega el próximo. Con esto y el ubicador en tiempo real de Google Maps para el teléfono, ya casi me siento Na'vi.

3 comentarios:

Kike dijo...

"Sacar el pescuezo por la ventana y adivinar la parada" fue casi lo que tuve que hacer para conseguir la estación de tren donde debíamos bajarnos. Y digo casi porque, por supuesto, las ventanas del tren no pueden abrirse y por supuesto, también, la estación NO tenía NINGÚN tipo de señalización, nombre, advertencia, signo o código que dejara saber qué estación era. Obviamente, nos pasamos.

Lucre dijo...

Vanesa estamos descubriendo un mundo nuevo contigo..escribes maravillosamente bien...y muy graciosa tambien sobre todo aqui nos pasaron cosas parecidas en esta ciudad que vivimos hace un año y pico..gracias a tí nuestros preparativos para ir a Italia estan siendo toda una aventura..felicitaciones..!!!

Juan Miguel dijo...

Rayarte la pizarra, I am oficially LMAO for real.