miércoles, 23 de abril de 2008

La Fugitiva

Durante los gloriosos y olvidados meses del pico y placa, yo salía a las 07:10 de la mañana de mi casa, y llegaba en 20 minutos a mi oficina. Antes de esta iniciativa, yo me tardaba entre una hora y una hora y cuarto en llegar. Cabe acotar que sin absolutamente nada de tráfico, de mi casa al trabajo se llega en unos 8 minutos.


En el período que estuvo vigente el pico y placa yo estaba de acuerdo con su implementación, pero con el pasar de los días, cambié de opinión. Ahora pienso que fue una crueldad permitir que nos diéramos cuenta de que había vida afuera del carro. Hubiera preferido no saberlo.


La estrategia del gobierno es clara y evidente. Nos dan millones de vehículos y no hacen nuevas vías para colapsar la ciudad. Ponen control de precios y de cambios y destruyen la industria para que haya escasez de alimentos. Nos cambian la cédula, el pasaporte, la licencia, y hasta las amalgamas para que tengamos que sacar toda la documentación de nuevo. Hacen elecciones cada seis meses. La estratagema es obvia: todos pasamos tanto rato metidos en una cola que no nos queda energía, ganas o tiempo de patalear por nada. ¿Nos quitan los dólares de Cadivi? Ok. ¿Vamos a la guerra con Colombia? Bueno... ¿Van a cambiar el sistema educativo? Ni modo. ¿Que subieron las tasas de interés? Déjame ver si llego al mercado antes de que me lo cierren y luego sacamos cuentas. ¿Que llegó la leche al Excelsior? Corran todos a hacer la cola mientras yo busco los potes!!!


Sincérese. Hoy en día es imposible salir de la casa sin terminar en algún momento del día parado en una cola desesperante, de esas que llega un momento en que nos provoca ahorcarnos guindando una cuerdita del agarracagao. Todo está colapsado. No nos limitemos a pensar en la cola que recubre las calles de la ciudad como una culebra metálica infiernal. Hay cola para comer. En el banco. Para entrar al estacionamiento de cualquier centro comercial. Para comprar las chucherías en el cine. Para salir del cine. Hay días en los que la cola comienza en la puerta de mi urbanización, y termina en la puerta de urbanización: como que le da la vuelta a la ciudad conmigo. Como para acompañarme, no sea que me sienta solita.


El otro día salí de mi casa a las 6:45 am, pensando que iba a llegar bien tempranito al trabajo para comerme una rica arepita de carne mechada. Todo iba bien, pero en los caminos verdes de los caminos verdes el tráfico estaba como más lento de lo normal. Yo venía escuchando un Audiobook, mi última nota antiestrés (sumamente complicado lo de manejar a 10 kmh leyendo), así que no venía escuchando la radio. Por lo tanto, me pareció que había bastante cola, un poco más fuerte de lo normal, pero más nada. Pasan los capítulos del libro y yo como que cada vez me movía más lento. A las 8 de la mañana ya estaba llamando por teléfono a todo el mundo, y le daba desesperada a la radio para tratar de averiguar qué había pasado. A las 8 y media más o menos me informan que Un Policía Suelto en Baruta aparentemente se cayó a tiros con los Soprano en alguna parte de Caracas, y por esta razón las entradas y salidas de Las Mercedes estaban trancadas. O que un avión se estrelló en la autopista. O que un policía de Baruta le cayó a tiros a un avión. O algo así.
Bueno, pensé, ni modo, tengo que llegar a la oficina, eventualmente levantarán el problema y esto avanzará. Y seguí escuchando mi Audiobook. Lo malo es que no tenía suficientes capítulos para tanto vidrio que recoger, así que tuve que cambiar de estrategia y me puse a ver los podcasts que tenía guardados en mi maravilloso aparatito anti-tranca. Mientras veía un videito de esos de gente que se tropieza y se cae y me reía a carcajadas (como mala gente que soy, me encantan), una muchacha en una camionetita roja me miraba con profundo odio, y estiraba la cabeza tratando de ver qué tenía en las manos. Cuando avancé un poco entendí su cara: con ella venía un bebé de unos dos años gritando como un demente y golpeando el tablero con un juguete. Cuando se me acabaron los videos, pasé al siguiente nivel, y me puse a jugar los pocos jueguitos tontos que tengo guardados. Nota mental: bajar más videos y más juegos. Luego empecé a leerme otro cuento de Poe, pero para ser franca, ya en ese punto la desesperación había alcanzado un pico en la gráfica. Casi le cambio el aparatito a la chica por el bebé: una mascota fastidiosa por un ratico, para distraerme. Pero no lo hice, sobre todo por temor a que me dejara al bebé y se llevara mi aparatico para siempre. En este punto, era como si alguien me estuviera clavando una hojilla en la pituitaria. Tenía hambre, tenía sed, tenía calor, y tenía ganas de ir al baño. Y principalmente, tenía 4 horas tratando de llegar a mi trabajo, que está a 8 minutos de mi casa.


En ese punto, me arranqué la hojilla de un tirón, llamé a mi oficina, anuncié que me iba para mi casa y que nos veíamos "cuando baje la cola, no se cuando", y casi picando cauchos arranqué en sentido contrario, para encontrarme casi inmediatamente con una doñita de esas que no tienen horario a 20 kilómetros por hora, paseandito por la ciudad. Casi la mato, a la doñita.


La siguiente semana, todavía un poco traumatizada, salí de mi casa un poco más temprano que lo normal, por si acaso, y dos horas más tarde llegaba a mi trabajo. Llegué arrastrándome y de mal humor, con ganas de insultar a todo el que no había pasado dos horas en el carro.



Me dediqué entonces a analizar la situación. Tomé notas en un cuadernito, registré tiempos, horarios, número de idiotas por segundo en la vía, rutas alternativas, y al final obtuve la siguiente gráfica:


De la cual se deriva que evidentemente, estoy frita.


Finalmente, decidí que lo más prudente es salir antes que el bululú. Sin embargo, la amenaza está siempre latente, ya que un retraso de 10 minutos puede implicar el retorno de la hojilla en la pituitaria (ver gráfica). Por lo tanto, aunque salgo a las 6 de la mañana, voy como alma que lleva el diablo, huyendo de la cola. Y a las 5 pm me voy de mi oficina disparada, al mejor estilo de funcionario de la cuarta (porque los de la quinta se van al mediodía, no nos engañemos), huyendo de la cola de las cinco, tocándole la corneta a cuanto paseante ose atravesarse en mi camino.


Total que ahora llevo una vida de película, y me siento como Harrison Ford, y al igual que él, vivo escapándome de una condena por un crimen que no cometí.

2 comentarios:

Black Light dijo...

lol !!!! cono mys estas frita de pana te pasaste con la grafica !!!! que risa... y mira me senti mal con lo del funcionario publico !! :P yo salgo a las 4 30 pm !!!! ni un minuto antes ! LOL ! eso si mientras no sea de vida o muerte no me quedo mas de 5 mins :P

ghosty dijo...

debiste haber matado a la viejita !