Me queda una sola pregunta que necesito responder antes de irme: si todos nos vamos del país, ¿quien queda para reconstruirlo?
Claro, es la pregunta que me han hecho todos los detractores de la emigración, y los que insinúan que aquellos que nos vamos es por cobardes y traidores, y no porque queremos una vida diferente.
Finalmente hoy, en medio de una cola, (donde usualmente encuentro mis respuestas), hallé la respuesta a esta pregunta, y resulta que es extraordinariamente sencilla. Es una cuestión de oferta y demanda. Cournot. Laissez-faire. La mano invisible. Smith, y sus amigos, Wesson y Ricardo. "¿Y qué es eso???" preguntarán horrorizados los venezolanos, que no han visto nada similar en sus vidas. Acostumbrados desde siempre al control de precios y de cambio, cuotas de importación, preferencias arancelarias, y proteccionismo a la industria nacional, hablar de libertad económica o social en Venezuela es como masticar detergente. No es de buen gusto. La gente ya se acostumbró a que alguien le diga qué hacer y como hacerlo. Insinuar que la población podría pensar por si misma parece una barbarie.
Sin embargo, quedamos algunas Clarisse McLellan's que insistimos en usar nuestras propias neuronas. Claro que hay muchísimos bomberos acechando nuestros libros, pero esa es otra historia.
De acuerdo a mi filosofía colística, el país sería el mercado. Las comodidades y alternativas que existen en ese país sería la oferta: seguridad personal y jurídica, oportunidades de trabajo, acceso a vivienda, movilidad social, acceso a bienes y servicios. La demanda es el número de habitantes del país, y los precios serían el deseo de la gente de habitarlo.
Entonces la cosa funciona más o menos así: mientras más comodidades y alternativas ofrezca un país, mayor será el deseo de la gente de ir a vivir allá. Es decir: aumentará la demanda y se reducirá la oferta, generando aumento en los precios. Y obviamente, también funciona a la inversa: un país que ofrece pocas oportunidades se vuelve menos atractivo para sus habitantes que uno que le ofrece alimentación, vivienda, trabajo y otras cosas por el estilo. Eventualmente, la oferta del país ya no alcanza para tanta gente (i.e. latinos en Miami) y la demanda baja (vamos, ¿quien se quiere mudar a Miami hoy en día?).
Así como no hay mercado perfecto (dicen que el mercado más perfecto que existe en la actualidad es el mercado de divisas, y ya ven), no hay país perfecto, así que al final el asunto se terminaría decidiendo por donde yo siempre comienzo: con la libre elección de los participantes. La oferta es amplia, y cada persona decidirá en donde compra, esto es, en donde vive. (cito a Bosco nuevamente).
Siguiendo esta línea de pensamiento, está claro que la selección de un mejor o peor país termina siendo un punto de vista personal, en el mejor de los casos. Habrá gente que piensa que Venezuela es el cielo porque la gente puede manejar bebida, y otros pensarán que Australia es fabuloso porque queda tan lejos que si se acaba el mundo ni se enteran. Otros dirán que Panamá es lo máximo porque es como una venezuelita ochentosa, mientras que otros delirarán por los museos de España y la amargura seca de sus habitantes.
En conclusión: unos se van, otros vienen, y otros por allí que no ven noticias, regresan, añorando un cafecito con leche.
Claro, es la pregunta que me han hecho todos los detractores de la emigración, y los que insinúan que aquellos que nos vamos es por cobardes y traidores, y no porque queremos una vida diferente.
Finalmente hoy, en medio de una cola, (donde usualmente encuentro mis respuestas), hallé la respuesta a esta pregunta, y resulta que es extraordinariamente sencilla. Es una cuestión de oferta y demanda. Cournot. Laissez-faire. La mano invisible. Smith, y sus amigos, Wesson y Ricardo. "¿Y qué es eso???" preguntarán horrorizados los venezolanos, que no han visto nada similar en sus vidas. Acostumbrados desde siempre al control de precios y de cambio, cuotas de importación, preferencias arancelarias, y proteccionismo a la industria nacional, hablar de libertad económica o social en Venezuela es como masticar detergente. No es de buen gusto. La gente ya se acostumbró a que alguien le diga qué hacer y como hacerlo. Insinuar que la población podría pensar por si misma parece una barbarie.
Sin embargo, quedamos algunas Clarisse McLellan's que insistimos en usar nuestras propias neuronas. Claro que hay muchísimos bomberos acechando nuestros libros, pero esa es otra historia.
De acuerdo a mi filosofía colística, el país sería el mercado. Las comodidades y alternativas que existen en ese país sería la oferta: seguridad personal y jurídica, oportunidades de trabajo, acceso a vivienda, movilidad social, acceso a bienes y servicios. La demanda es el número de habitantes del país, y los precios serían el deseo de la gente de habitarlo.
Entonces la cosa funciona más o menos así: mientras más comodidades y alternativas ofrezca un país, mayor será el deseo de la gente de ir a vivir allá. Es decir: aumentará la demanda y se reducirá la oferta, generando aumento en los precios. Y obviamente, también funciona a la inversa: un país que ofrece pocas oportunidades se vuelve menos atractivo para sus habitantes que uno que le ofrece alimentación, vivienda, trabajo y otras cosas por el estilo. Eventualmente, la oferta del país ya no alcanza para tanta gente (i.e. latinos en Miami) y la demanda baja (vamos, ¿quien se quiere mudar a Miami hoy en día?).
Así como no hay mercado perfecto (dicen que el mercado más perfecto que existe en la actualidad es el mercado de divisas, y ya ven), no hay país perfecto, así que al final el asunto se terminaría decidiendo por donde yo siempre comienzo: con la libre elección de los participantes. La oferta es amplia, y cada persona decidirá en donde compra, esto es, en donde vive. (cito a Bosco nuevamente).
Siguiendo esta línea de pensamiento, está claro que la selección de un mejor o peor país termina siendo un punto de vista personal, en el mejor de los casos. Habrá gente que piensa que Venezuela es el cielo porque la gente puede manejar bebida, y otros pensarán que Australia es fabuloso porque queda tan lejos que si se acaba el mundo ni se enteran. Otros dirán que Panamá es lo máximo porque es como una venezuelita ochentosa, mientras que otros delirarán por los museos de España y la amargura seca de sus habitantes.
En conclusión: unos se van, otros vienen, y otros por allí que no ven noticias, regresan, añorando un cafecito con leche.
2 comentarios:
mi punto de vista sobre el mercado venezolano es bastante propio y un poco egoista, la pregunta es: ¿Porque no ser asi, primero no soy yo y los mios y despues los demas? claro, entre los mios excluyo a mucha gente, los mios son poquitos y por lo general son los mismos.
aqui empieza mi "rambling on".
en que momento el comercio en venezuela se volvio del proveedor y no del consumidor. en que momento nos conformamos con entrar a una tienda de ropa y despues de encontrar uno mismo un pantalon que le guste (en cuanto a diseño) y preguntar si tienen talla "XXX" (estoy goldito y me reservo el derecho a divulgar tal informacion) y recibir una respuesta idiosincratica de la orden de: "Si no ves ahi, tonz no hay." y responder: "gracias".
¿PORQUE?
¿Porque despues de ahorrar unos realitos, de tener al fin la inicial de mi carrito, tengo que ir a un concesionario, meter mis papeles, sacar un credito hijodeputa (a falta de mejor termino) meterme en una lista de espera de 1 año y medio en el mejor de los casos, renovar el credito una vez llegue el vehiculo y despues de toda esa comedera de mierda el maldito vendedor cuyo trabajo consiste en sentarse con un periodico en mano y decirle a la gente "no hay, lista espera, no joder" te dice: "Aqui ta tu carro, solo hay en rosadito chicle, manual y mira, solo hay con cuero asi que me lo pagas de contado eso. ahhh, se me olvidaba que lo ruleteo mi primo, pero casi no le hizo nada, son 44 millones, de nada".
y para aquellos que dicen que estamos mejorando. que estamos en mejor camino, que no les pasa esto porque pagan al vendedor 15 millones mas para que se los den de una pues les tengo una noticia.
pagando 10 millones:
1- no escojes el color.
2- si te pones jodido con lo del color te sale esperar.
3- Ya existe. si, existe lista de espera para la gente que paga su "hombrillo".
despues de al fin llegar a la ultima entrada de tu blog he llegado a una conclusion...
llevame contigo!!!
xoxo
Yo cada vez me pregunto quién va a des-poner la cagada. Lo hago, al igual que tú, en el tráfico.
Tengo dos terrores:
1. Que me pase como el protagonista de Memorias del Subdesarrollo y me quede sólo con mi locura y mi terquedad en esta mierda.
2. Que, como toda mi generación se fue, de repente me pasen por encima los carajitos de 15 y nunca llegue a ser chivo de nada.
Acto seguido, para sentirme mejor, fantaseo con que en treinta años me encontraré a un antiguo jerarca, viejito todo chocho, y le caeré a patadas en la calle.
Publicar un comentario